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Laura Freixas
LLa Vanguardia , 12-4-02
EL HONOR
PERDIDO DE LA MUJER LECTORA
UN SONETO me manda hacer Violante: me pide Aurelio (Loureiro, director
de la revista que tiene usted entre las manos) un artículo sobre
las lectoras. ¡De tres folios! En mi vida me he visto en tal
aprieto. Pues he estado un año investigando, rebuscando en
librerías y hemerotecas y tomando apuntes a veces en las
más improbables circunstancias (en plena excursión
ciclista, o despertándome a media noche con una frase en la
cabeza) para preparar un libro, Literatura y mujeres, que sale estos
días a la venta (Ed. Destino); ¿cómo
comprimiré en tres folios lo que ha dado para doscientas
páginas? ...A fin de no irme por los cerros de Ubeda,
intentaré atarme (corto) a cuatro o cinco temas. Son estos:
1. "Las mujeres
leen más", se oye constantemente. ¿Es cierto? Lo es: lo
demuestran todas las encuestas, desde las del Ministerio de Cultura en
1978, 1985 y 1990, hasta las más recientes de la Sociedad
General de Autores y la Fundación SM. La diferencia, en
términos de tiempo dedicado a la lectura, ha sido estimada en un
20 por ciento.
2. ¿Por
qué leen más? ¿Porque tienen más tiempo
libre? Es lo que suele creerse; y pudo ser cierto en el pasado para
algunas mujeres de clases altas. Estaban menos ocupadas que sus
maridos, pero también o sobre todo, tenían menos maneras
de entretenerse: no iban a cazar, ni de viaje, ni a los cafés,
ni a lugares de perdición, ni hacían deporte. Pero si
hablamos de las españolas de hoy, ya no es verdad que tengan
más tiempo: tienen menos. Si en 1978 (año de la primera
encuesta del Ministerio de Cultura) ellas y ellos tenían el
mismo número de horas libres al año, en 1990, debido a la
doble jornada, la cantidad de tiempo culturalmente disponible era de
956 horas anuales para ellas y 1.l00 (un 15 por ciento más) para
ellos. (Burla burlando ya va un folio hecho).
3.
Hipótesis de cosecha propia: las mujeres leen más porque
se hallan en una encrucijada personal, la cual refleja una encrucijada
histórica. El móvil primero y principal del
interés femenino por la cultura es la necesidad de forjarse un
modelo propio de vida de mujer: para ello necesitan entender las
transformaciones de la condición femenina; y ello a su vez las
empuja a adentrarse en extensiones más vastas: narrativa,
historia, filosofía, ciencias sociales... ¿De qué
otro modo se explica que las mujeres, hoy que pueden acceder a todas
las carreras, se decanten mayoritariamente por las de Humanidades? (Las
cuales, en consecuencia, cotizan a la baja. Es uno de los rasgos de lo
que para simplificar llamamos el patriarcado: todo aquello que es -o se
convierte en, o se ve como- propio de mujeres, se devalúa
automáticamente).
4. ¿Y
qué leen las mujeres? Existen libros pensados para ellas, los
llamados libros de mujeres, que incluyen desde novelas hasta
biografías, ensayos o recopilaciones de artículos. El
fenómeno es coherente con la hipótesis que apunté
más arriba: el interés delas mujeres por la lectura
empieza por los libros que le hablan de su propia condición.
Quiero, sin embargo, aclarar que en mi opinión (y en contra de
una opinión muy extendida) el afán de leer de las mujeres
empieza, sí, en los libros relativos a o protagonizados por las
mujeres y lo femenino; pero no termina ahí.
REPASEMOS los
datos. Sabemos que las mujeres dedican a leer un 20 por ciento
más de tiempo que los hombres. Ahora bien, los llamados libros
de mujeres (pienso en todos esos grandes éxitos que han sido
desde Crónica del desamor de Rosa Montero en 1979, hasta Solas
de Carmen Alborch el año pasado) no representan más de un
20 por ciento del mercado. (Es un cálculo personal que he hecho,
a falta de estadísticas, basándome en las listas de los
libros más vendidos que publica la prensa. La proporción
de obras de mujeres es siempre de entre una y tres sobre diez) .Yo no
sé nada de estadística, pero me parece que si las mujeres
leen más que los hombres, mientras que por otro lado, los libros
de mujeres, por mucho ruido que hagan, representan sólo una
pequeña parte de la producción editorial, es
matemáticamente imposible que las mujeres lean exclusiva o
principalmente esos libros. (¡Yo pensé que no hallara
consonante/ y estoy a la mitad de otro cuarteto!).
5. La
mayoría de lectores son lectoras, en (casi) todos los campos y
en todos los niveles culturales. Eso al menos parecen indicar los datos
de los que disponemos: por una parte, las encuestas, que
unánimemente señalan una mayor dedicación femenina
que masculina a la lectura; por otra, los porcentajes de alumnas en las
carreras humanísticas. Quiero insistir en este último
dato: la mayoría de estudiantes de Letras son mujeres, de lo que
cabe deducir que serán mujeres la mayoría de lectores de
las colecciones de clásicos, por ejemplo. Y quiero insistir en
ello porque observo la vigencia de un tópico tan insidioso como
tenaz: la idea según la cual las mujeres leen mucho, sí,
pero sólo literatura de segunda categoría.
6. La
crítica literaria nunca alude al carácter o identidad
masculinos de un autor o de sus presuntos lectores. Sí alude en
cambio de vez en cuando a la condición de mujer de una escritora
o de las presuntas lectoras de un libro; y cuando lo hace, es
prácticamente siempre con intención peyorativa. Existe
incluso todo un vocabulario para denigrar características
consideradas típicamente femeninas: cursi, marujil, sensiblero,
ñoño, narcisista… No existen términos equivalentes
para denigrar lo masculino: los escritores varones son criticados o
alabados en tanto que individuos, no en tanto que varones.
¿EJEMPLOS?
Espero que Aurelio me perdone si pongo uno sacado de esta misma
revista. Un crítico ensalza de este modo la novela de una mujer:
"Hijas de la noche en llamas (de lrene Gracia) (...) constituye un
bello soplo de aire fresco en el panorama actual de nuestra narrativa
escrita por mujeres, más bien tendente en los últimos
años a balancearse por igual entre cutreces y
mojigaterías, o a caer en feminismos de cuño añejo
o falsos intimismos propios de internados para señoritas" (LEER,
núm. 101). Bonita ilustración de lo que llevamos dicho:
si se elogia la obra de una mujer se la elogia como obra individual, no
como obra femenina; en cambio, lo que es descrito como femenino o de
mujeres es descalificado en bloque; dicho de otro modo: se da a
entender que cuando una obra femenina es buena constituye una
excepción a la regla según la cual lo femenino en general
es malo…
Contad si son
tres folios, y está hecho.
Leer, junio 2000
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