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Laura Freixas

Babelia (El País), 18-1-14

EL SILENCIO DE LAS MADRES

Si hay dos temas literarios eternos, universales, inagotables, son sin duda el amor y la guerra. De la Ilíada al Capitán Alatriste, del Cantar de los Cantares a Los enamoramientos, la literatura vuelve una y otra vez sobre lo mismo: el erotismo, la lucha por el poder, la muerte. Bien. ¿No falta algo?... ¿No hay otra vivencia universal y eterna, y no menos crucial para la especie humana, que la muerte y el sexo? Hablo, por supuesto, de la maternidad, y de todo lo que conlleva: concepción, embarazo, aborto, parto, crianza... Sin embargo, ¡qué curioso!, esa gran experiencia ¿dónde está? ¿qué obras literarias la reflejan?... Cada año, puntualmente, la literatura española arroja su cosecha de novelas de la guerra civil, a cargo de autores que no la conocieron; mientras, también todos los años, más cuatrocientas mil españolas dan a luz y más de cien mil abortan, pero de eso la literatura no dice una palabra.

El porqué de esta extraña asimetría no es ningún misterio. La literatura la han escrito, y en su mayor parte la siguen escribiendo, varones, y en ella reflejan sus propias vivencias, mucho más que las del otro sexo. De 1.200 personajes creados por Shakespeare, menos de 150 son mujeres, y éstas aparecen además en tanto que esposas, hijas o amantes del protagonista masculino. La experiencia femenina es como un iceberg, del que la literatura alumbra solo una pequeña parte: lo que las mujeres viven con los hombres. El resto: su vida a solas, sus propias ambiciones y deseos (otros que los amorosos), y sus relaciones entre sí, está a oscuras. Ha empezado a salir a flote lentamente a medida que más mujeres escriben; pero aún queda mucho sumergido. Sobre todo la maternidad.

Lo cual no significa que no se escriba sobre ella. Sí se escribe, pero ¿cómo, dónde? En los libros de autoayuda y las revistas populares. Se nos cuentan las maternidades de famosas en sus mundos de ensueño, se nos venden libros titulados Disfruta de tu embarazo o Un comienzo mágico para una vida fascinante, se nos habla, no de filosofía, historia, política… (¿acaso la maternidad no puede abordarse desde esas perspectivas?, y sin embargo, las revistas de política, historia o filosofía nunca la tratan), sino de “recuperar una tripita plana” o de “los flatitos del bebé”. Todo, como se puede ver, frívolo, superficial… e idealizado. Que la maternidad es “natural”, maravillosa, y que no admite otra discusión que sobre aspectos prácticos, son axiomas que casi nadie pone en entredicho. Vivimos en una cultura que tiende a ver a las madres como función o recipiente, más que como individuos. La imagen de la mujer embarazada que más se prodiga, a saber: un vientre abultado sin cabeza, lo deja meridianamente claro. Es una cultura en la que falta una voz: la de las madres pensantes.

Solo estos últimos años han empezado a aparecer algunos libros que inician un nuevo camino, abordando la maternidad con espíritu crítico. Es una bibliografía en la que se difuminan las fronteras entre ensayo, ficción, testimonio; citemos pues, sin otro orden que el cronológico y limitándonos a España, El vacío de la maternidad, de Victoria Sau (1995), Maternidades, de Virginia Mataix (1996), Tiempo de espera, de Carme Riera (1998), Un milagro en equilibrio, de Lucía Etxebarría (2004), Nueve lunas, de Gabriela Wiener (2009), Lo que me queda por vivir, de Elvira Lindo (2010), Una habitación impropia de Natalia Carrero (2011), Daniela Astor y la caja negra, de Marta Sanz y ¿Dónde esta mi tribu?, de Carolina del Olmo, ambos de 2013. Seguro que me olvido títulos, pero aun así, es evidente que tenemos todavía muy poco escrito que nos permita conocer el punto de vista de las madres. Y si no lo conocemos, ¿cómo podremos tomar, sin injusticia, las muchas decisiones –el aborto es la principal, pero no la única- que toda sociedad debe tomar sobre asuntos que afectan, ante todo, a las mujeres, madres en acto o en potencia?

www.laurafreixas.com