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EL ES UN GENIO Y YO, SU MUJER.

Laura Freixas muestra en esta novela lo difícil que es combinar vida literaria y vida amorosa. Para probarlo recurre a biografías de personajes como Colette y Gide.

 

Laura Freixas: Amor o lo que sea
Ed. Destino, Barcelona, 200 páginas

Blanca, protagonista de esta novela, es una chica que acaba de terminar sus estudios universitarios, se ha independizado de la familia, tiene un trabajo más bien insatisfactorio en una editorial, es insegura y no sabe muy bien qué hacer con su vida aunque aspira a escribir una novela o algo parecido. Suspira por acceder a la vida adulta pero ignora incluso qué puede significar. Pero si su protagonista no sabe cómo empezar a escribir (quizá como la autora a su edad), Freixas sí tiene claro su proyecto de novela. Se trata de desarrollar dos temas, la literatura como actividad editorial y el amor como aspiración a la plenitud, a través de las vicisitudes de su joven protagonista y narradora.

Como contrapunto, se intercalan fragmentos de biografias de literatos celebres, Amiel, Gide, Silvia Plath, Colette o Madame de Sévigné, que tuvieron que enfrentarse también al problema de compaginar la creación literaria con la vida íntima. Blanca busca en ellos modelos, pero descubre que también sufrieron y se equivocaron. El retrato de reuniones, cócteles y presentaciones donde se maniobra y se murmura y donde el elogio suena a hipocresía ocupa un buen numero de páginas. Tanto los premios como los editores, autores y críticos salen mal parados. La autora ha volcado ahí su experiencia del mundo literario y lo describe con una mirada burlona, levemente irónica, con algunas gotas de melancolía y de sonrisas comprensivas pero también con ráfagas de crueldad.

Hacia la mitad, una vez establecidas las bases de la historia, el carácter de la narradora y sus difusos proyectos literarios y bien definida la función de los textos sobre las vidas de escritores, se entra en el punto central de la novela, la experiencia amorosa o, como indica el título, cualquier otra cosa que se le parezca. Comienza con la escena de la seducción y entrega sexual entre Blanca y Leo, un escritor argentino, que está resuelta con un vigor y una habilidad admirables mediante un conjunto de metáforas referidas al fuego, a animales como el tigre y la serpiente y a términos de la nave, gavión ("velas desplegadas", "amarrada a una boya") y al uso de imágenes centelleantes o liberadoras ("me ardió el pelo", "salimos volando") apoyado todo en referencias culturales inequívocas, santa Teresa, Pascal y André Gide.

A la protagonista le parece que ahora sí que ha entrado en el paraíso, compuesto tan sólo como ella dice por ."un hombre, una mujer y una cama" aunque, más adelante, en momentos de mayor zozobra dirá que ella es sólo "un cuerpo amarrado a un teléfono". La relación de estos dos amantes es semejante a la que mantienen Sylvia Plath y Ted Hugues, bien explicada en la novela. Ella ante la dificultad de escribir su propia obra, se suma a la del marido: "Ted es un genio, yo su mujer". Hay que decir que si bien la utilización de los textos biográficos puede que sea excesiva, algunos, el de Plath y el de Gide sobre todo, constituyen buenos ejemplos de narraciones breves integradas en la principal con un valor propio. En el desenlace, un punto decepcionante por lo impreciso, el tema literario y el amoroso encajan para mostrar una enseñanza probablemente demasiado evidenciada en el texto: el carácter destructivo de los sueños.





LLUíS SATORRAS

El País (BABELIA) , 16/4/05