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Laura Freixas
La Vanguardia, 03/03/2011
CISNES DE COLORES
Tanto en Cisne negro como en El discurso del rey,
las películas más premiadas en los Oscar, aparecen dos mujeres. Dos
mujeres muy distintas, que se disputan un único trofeo (la condición de
reina en El discurso…, la de primera bailarina en Cisne negro); dos mujeres de las que una es claramente “la buena” y la otra, “la mala”. ¿Y qué es lo que las distingue? En El discurso del rey,
la una, casada, se dedica en cuerpo y alma a ayudar a su marido
(Jorge VI); la otra, divorciada y promiscua, tiene dominado a su amante
(Eduardo VIII). Al final de la película, la esposa será reina y la
amante hará mutis por el foro. Cualquiera diría que la moraleja está
bastante clara, pero como no se puede uno fiar de las y los
espectadores –podría ser que alguna/o pensara por su cuenta-, el
director remacha el clavo: la esposa es guapa y simpática, y su marido
es recompensado con la corona de Inglaterra; la amante es fea,
antipática, y el hombre que se ha dejado someter por ella pierde su
condición de rey…. por calzonazos.
¿Y Cisne negro?
Aquí tenemos algo más moderno. Las dos protagonistas son solteras,
trabajadoras y ambiciosas: aspiran al papel principal en El lago de los
cisnes. Pero una se acuesta con cualquiera (y fuma y se droga); la otra
es casta –un cisne blanco-, pero para bailar el papel de cisne negro,
da rienda suelta a su lado oscuro, aunque sea en sueños: fantasea con
el lesbianismo y el asesinato (tal vez el director quiere decirnos que
si se empieza por lo uno se acaba por lo otro…).
¿Quién gana? La mala no obtiene el éxito; la buena sí, pero lo paga con la muerte.
Resulta bastante sorprendente que en pleno siglo XXI, algunos cineastas
(los más influyentes) sigan encasillando a las mujeres según el esquema
milenario: castidad versus
sexo, virtuosa y pecadora, María contra Eva. No hace falta decir que
los personajes masculinos, en cambio, no se dividen entre buenos castos
y malvados promiscuos: véase el director del ballet en Cisne negro, promiscuo, exitoso y simpático. Si algo se castiga en ellos –caso del rey Eduardo VIII en El discurso…- es la sumisión a su pareja. Justamente lo mismo que en las mujeres, se premia.
Un
poco cansino todo, la verdad. A ver cuándo dan el Oscar a películas que
nos presenten a las mujeres como somos: no en blanco y negro, sino de
todos los colores.
www.laurafreixas.com
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