|

Laura
Freixas
La Vanguardia, 8-11-22
CAMBIAR
DE SEXO
Se veía
venir. Yo estaba segura de que esto iba a pasar, pero no esperaba que fuera tan pronto: en una enmienda al
proyecto de ley trans, Unidas Podemos ha propuesto que se pueda omitir
en el DNI el dato del sexo. Es un paso más en un camino que
conduce a eliminar esa categoría… y abandonar las leyes de
igualdad. Porque si legalmente no hay mujeres ni hombres, será
imposible medir, ya no digamos corregir, las diferencias entre ellos.
¿Cómo
hemos llegado hasta aquí?
Todo empieza con Judith Butler y el pensamiento queer. Una
teoría innovadora y compleja… para unos; palabrería vacua
y confusa para otros, pero dejémoslo. Lo cierto es que lo
queer que impera aquí y ahora consiste en negar la realidad
del sexo para sustituirlo por algo llamado “identidad sexual” o “de
género”.
Se niega el sexo
de distintas maneras. Se afirma que es
“un espectro”: en una exposición patrocinada por el Ayuntamiento
de Barcelona en el 2020, leíamos que “solo una fina línea
separa un clítoris grande de un pene pequeño” (sic);
hace poco un conferenciante en el Museo de Ciencias Naturales aseguraba
que existen tantos sexos como personas: ocho mil millones. O se
habla de “cambiar de sexo”, como si eso fuera posible. Cierto que
cabe cambiar la apariencia, con cirugía y hormonas; pero los
cromosomas XX o XY están en todas nuestras células.
Nadie que nazca mujer producirá espermatozoides, por grande
que tenga el clítoris. Negar esta realidad es terraplanismo.
Nos dicen que el
sexo no existe, pero sí la
“identidad sexual”. El proyecto de ley la define como “la vivencia
interna e individual del sexo tal y como cada persona la siente y
autodefine, pudiendo o no corresponder con el sexo asignado al nacer”
(artículo 3.h).
Vivencia “del
sexo”, dicen... quienes no saben
qué es el sexo. Nos acorralan para preguntarnos: “¿Crees
que las mujeres trans son mujeres?” con la severidad con que
preguntarían –teniéndonos bien atados en el potro–:
“¿Crees en Dios uno y trino?”, pero no pueden definir
mujer. Mujer es quien se siente mujer: definición circular y
vacía.
En la anterior
ley sobre este asunto, la 3/2007,
vigente, sí se sabía qué era esa “identidad”:
consistía en el rechazo al propio cuerpo y el deseo de tener
otro, del sexo opuesto. Esa ley permite cambiar de sexo legal con
un diagnóstico psicológico y un tratamiento para adquirir
la apariencia del sexo contrario. Es una ficción, de
carácter excepcional, con el loable fin de hacer la vida
más fácil a personas cuya apariencia es de un sexo
distinto al que figura en su DNI.
El proyecto de
ley trans es otra cosa: un cambio total
de paradigma. Artículo 38.1: “Toda persona española mayor
de dieciséis años podrá solicitar ante el Registro
Civil la rectificación de la mención registral relativa
al sexo”. Si se aprueba, cualquier hombre podrá ser legalmente
mujer sin cambiar nada de su cuerpo, ni su apariencia, ni su nombre.
Será solo una letra en su DNI. Una letra que, llegado el caso,
permite entrar libremente en saunas, duchas o vestuarios de mujeres,
cumplir una pena en cárceles de mujeres, competir con mujeres en
deportes, ocupar puestos de mujeres en listas paritarias o ejercer
violencia sin que sea considerada de género (si se hace el
cambio registral antes). Todo esto ya sucede en otros países.
“Unos pocos
casos de fraude”, nos dicen. Pero unos
pocos bastan para poner en riesgo a las mujeres, incomodarlas,
desincentivar el deporte femenino. ¿Qué mujer
estará a gusto en una sauna en la que puede entrar un chico,
tranquila en una cárcel compartiendo celda con un hombre,
dispuesta a jugar a rugby contra quienes tienen muchísima mayor
fuerza y peso…? Claro que queremos que las personas que se identifican
como trans tengan todos los derechos, pero cambiar de sexo legal a
voluntad ¿es un derecho? ¿Lo es competir en la
categoría o cumplir pena en la cárcel que prefieras?
¿Alguien nos ha consultado a las mujeres?... En cuanto al
fraude, no es que sea indemostrable, es que el concepto mismo pierde
sentido. Vayan ustedes a discutirle a alguien una “vivencia interna”,
“autodefinida” para más señas.
Y ahora, unan
los puntos. Si admitimos que ser mujer u
hombre no es un dato objetivo, sino una vivencia interna…
¿qué sentido tiene mantener la mención de sexo en
el DNI, desde cuándo el Registro Civil registra sentimientos?
Unidas Podemos está siendo lógico; quienes aplauden o
callan, ciegos a las consecuencias.
www.laurafreixas.com
|