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Laura
Freixas
La Vanguardia, 12-3-24
EL
MINISTRO Y LA CENSURA
“¡No vamos a tolerar la censura!”. Desde que fue
nombrado Ministro de Cultura, Ernest Urtasun lo ha dicho y repetido.
Él mismo no deja pasar una. La suspensión de un festival
en Huesca; la cancelación de una obra de teatro en Quintanar de
la Orden (Toledo); que el Ayuntamiento de Montserrat (Valencia)
dé de baja su suscripción a una revista… todo merece un
indignado tuit por parte del señor ministro. Ha anunciado
incluso la creación de una Dirección General de Derechos
Culturales con el objetivo de adoptar "una postura firme contra
cualquier forma de censura" y propuesto un pacto de Estado ad hoc. No
podemos sino aplaudir.
En otro orden de cosas (o no), el martes pasado
sucedió algo curioso en la Universitat Autònoma de
Barcelona. Una profesora de Antropología, Silvia Carrasco, no
pudo impartir su clase. ¿El motivo? Se lo impidieron medio
centenar de estudiantes (y algún que otro profesor) esgrimiendo
una pancarta con la frase “Aturem la transfòbia”. Los
había convocado una tal Organització Juvenil Socialista
(OJS), que unos días antes había tuiteado un vídeo
exigiendo, por boca de una joven rodeada de enmascarados y en nombre de
“las necesidades de la juventud proletaria”, “la expulsión
inmediata de la profesora de Antropología de la
Educación, máxima exponente de la transfobia”. Se
referían a los libros que escribe (como La
coeducación secuestrada), los congresos que organiza y los
debates en los que participa Silvia Carrasco, quien, por lo
demás, no aborda ese tema en sus clases. En fin, censura en toda
regla. ¿Qué tuiteó el ministro? Qué raro,
parece que no tuiteó nada.
Ahora que lo pienso, todos los casos de censura contra
los que el señor ministro ha dirigido sus dardos justicieros
provenían de la extrema derecha. ¿Será que solo
Vox censura? ¿Fue Vox quien impidió la
presentación en Vic del libro La estafa del transgenerismo,
quien obligó a interrumpir la de Nadie nace en un cuerpo
equivocado amenazando con quemar la librería…?
No: fue la izquierda, que está en plena deriva
autoritaria. Cosa que a mí, por cierto, me deprime (en
principio, son los míos) y he intentado entender. La
explicación que dan tanto Daniel Giglioli (Crítica de
la víctima) como Susan Neiman (Izquierda no es woke)
coincide en que, al ser derrotada políticamente, primero en
Europa con la caída del Muro, más recientemente en
Estados Unidos con la victoria de Trump, la izquierda se ha refugiado
en la superioridad moral. Y es que ser bueno, generoso, defensor de
causas justas… produce una gran satisfacción (narcisista),
políticamente estéril, quizá, pero reconfortante.
Y esa exigencia ética, ¿en qué consiste?
¿En enviar ayuda humanitaria a Ucrania o Gaza, enseñar
español o catalán a inmigrantes…? Pues parece que no.
Grupos como el tal OJS han encontrado una manera mucho mejor de
demostrar su elevación moral: impedir dar clase, exigir
expulsiones, amenazar con quemar librerías. Sin que el
señor ministro mueva un dedo.
Llegada a este punto, me perdonará el
señor ministro por preguntarme si su lucha es para salvaguardar
la libertad de expresión, atacando a quienes sean que la ponen
en peligro, o más bien para mantener en el poder a su partido,
atacando a quienes sean que les disputan el gobierno.
No seré yo tan ingenua de reprocharle a un
político que sacrifique sus principios -en este caso, la defensa
de la libertad de expresión, que solo es creíble si
abarca a quienes no piensan como uno- en el altar del poder. Pero
sí me parece útil preguntar si no estará tirando
piedras contra su propio tejado. ¿A qué creen que se debe
la pérdida de votos de la izquierda en medio mundo?... Muchas
personas quieren, queremos, poder debatir -con respeto, pero sin miedo-
cuestiones que legítimamente nos preocupan. Si la izquierda hace
oídos sordos, si pretende amordazarnos (vean el
terrorífico Título IV, “Infracciones y sanciones”, de la
ley trans), si calla ante el acoso y tilda de “fobia” la
crítica… muchas y muchos votantes le van a dar la espalda.
Entre tanto, quienes desde la izquierda queremos
discusiones, coloquios, libros, congresos, luz y taquígrafos,
pensamiento crítico… nos estamos sintiendo cada vez más
huérfanas.
www.laurafreixas.com
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